martes, 11 de agosto de 2009

Cartas del Diablo a su sobrina II

Quizá pueda extrañar de que esta nueva subserie comience en el número II en lugar de en el número I, pero no pretenderá el lector que el Diablo vaya hacer las cosas bien. La verdad es que estos textos, algo modificados, proceden de una correspondencia real entre un tío y su sobrina. La sobrina sigue en el título y si el tío adopta el apelativo de Diablo es porque no ha informado a la destinataria de su intención, lo que no está bien, aunque no sé si llega al rango de diabólico. Como supongo que nunca llegará a leerlas, el anonimato queda cubierto y por otra parte tengo tal cantidad de sobrinos, entre reales e imaginarios que no creo que sea fácil adivinar a quién iban dirigidos los supuestos originales que en cualquier caso están muy cambiado. Además, ya dijo quién lo dijera, que no se escriben obras de arte con buenas intenciones. En cualquier caso, y al ponerme bajo la advocación de C.S.Lewis creo que me resguardo de cualquier crítica.


Y aquí está la Carta número II

La idea de que unos científicos están construyendo un cerebro y que este cerebro no tendrá emociones es algo que no puedo evitar que me haga sonreír. La lectura del Frankestein de la señora de Shelley (que creo que lo escribió en tres o cuatro días y creó un mito universal) contextualiza perfectamente el origen de esas ideas, el positivismo puro y duro del siglo XIX, muy, pero que muy superado. Ya Goya como artista lo había intuido cuando tituló uno de sus caprichos El sueño de la razón produce monstruos.




Un poquito más al día, vemos que esas ideas proceden de la denominada inteligencia artificial que empezó a desarrollar
Alan Turing hace ya mucho tiempo, demasiado, y que tiene sus orígenes en algunas ideas de Leibniz, e incluso de Ramon Llull, bastantes siglos antes. El test de Turing es falaz, no convence a nadie cuando se lee y está demostrado que es incompleto. En cualquier caso, Turing era una personalidad excepcional y te aconsejo que leas alguna biografía suya sencilla, como puede ser cualquiera de las publicadas en la editorial Nívola, que te recomiendo en su práctica totalidad. Por cierto que hay muchas de médicos y biólogos que pueden resultarte muy útiles, porque están muy bien hechas, son esquemáticas y aportan buenas bibliografías y fuentes de información.

Francis Crick, uno de los dos descubridores de la estructura del ADN, dedicó alguno de sus esfuerzos al final de su vida a la búsqueda científica del alma, qué publicó en un libro, exactamente con este título, y que no te recomiendo especialmente, más que nada porque al final no llega a ninguna conclusión segura. Aunque los avances en neurología son enormes y se ha logrado hacer escáneres y tomografías cada vez más precisos, se está muy, muy lejos de conocer la verdadera naturaleza del alma, e incluso simplemente del cerebro y de sus funciones racionales superiores. En efecto, las más elementales que dieron origen al behaviorismo fueron descubiertas por Paulov hace más de un siglo, y han sido demostradas, precisamente por Chomsky, como insuficientes para dar explicación de algo tan básico como el lenguaje humano. En los años 50, cuando Chomsky se dedicaba a lo que sabe, la lingüística, demolió el behaviorismo lingüístico representado por Skinner en aquel momento.

Uno de los libros más difíciles sobre psiquiatría, psicología y funcionamiento del cerebro es Las sombras de la mente de
Roger Penrose, en el cual, utilizando el teorema de Gödel, la mecánica cuántica y los microtúbulos, demuestra como en el cerebro se producían todo tipo de cálculos no computables. Roger Penrose es uno de los tres o cuatro genios más importante de los siglos XX y XXI, aunque es sobre todo conocido por sus trabajos en colaboración con Hawkins, un físico y matemático algo inferior que él. Después que Las sombras de la mente publicó otro ligeramente más asequible, me parece a mí, pero ya puestos convendría que leyeses Las sombras de la mente que es más completo y cuyas teorías están más asentadas. Esta nueva obra se titula Lo grande, lo pequeño y la mente humana.


En resumen, que la inteligencia artificial que empezó a desarrollar Marvin Minsky en los años 50 dista mucho de haberse convertido en ningún tipo de realidad y que hay quienes como Penrose demuestran que la inteligencia artificial se verá restringida como cualquier otro sistema formal por las limitaciones que impone Gödel en su teorema y que además se ven constreñidas por el comportamiento ostensiblemente cuántico de la actividad eléctrica de los microtúbulos. Quizá en el siglo XIX pudo creerse, en pleno mecanicismo y positivismo, que replicar un cerebro era factible. En el siglo XXI ya se sabe que no y hay como quienes Penrose que creen haber demostrado, en línea con Gödel y Heisenberg, que se trata de una realidad formalmente indecidible.

No hay comentarios: