sábado, 10 de marzo de 2007

De bene disponenda bibliotheca

Una noche de insomnio puede muy bien aprovecharse para ordenar la biblioteca y pasarle ciertos procesos al ordenador.

Lo segundo es más fácil y en caso de que todo falle, se lee el manual.

Pero lo primero tiene su intríngulis y no deja uno de mirarse a sí mismo como un norton de andar por casa, más exactamente por la habitación en la que están los libros.

Entre tanto, los programas se ejecutan rápidamente (es un decir) y la verdad es que uno no se entera de nada.

Por el contrario, cuando se cogen los libros para cambiarlos de estantería o situarlos en otro sitio dentro de la misma balda, los tiradores de la memoria -como dicen los franceses- hacen su trabajo y la curiosidad que se tuvo en su momento cuando se compró el libro aquél que ahora se tiene en la mano (o se recibió como regalo o... no se devolvió) resurge a veces junto con el deseo de volverlo a leer, o al menos de ojearlo.

También se recuerdan las circunstancias en la que se puso por primera vez la vista es sus páginas y casi, casi se entra en un ensueño que es lo que haría falta a esas horas de la noche, si no fuera porque, fatalmente, el artilugio digital se cuaja, y pita y pita, exigiendo atención como un niño demasiado mimado.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Al primer tapón, zurrapa

Mi Entrando en fuego llevaba, como en mí es habitual, errores de escritura. No creo que nunca sea capaz de escribir correctamente en un teclado, lo que va en detrimento de mi capacidad como bloggero.

El hecho es que llevo ya dos entradas y nada interesante por el momento.

Ni siquiera he explicado de qué voy a escribir. Lo intentaré mañana.

Mañana era la primera palabra que aprendían antiguamente los extranjeros que viajaban a España.

lunes, 5 de marzo de 2007

Entrando en fuego

Así, con ese gerundio benemérito, tituló Ramón su primer libro, que me parece que publicó a los 16 años. Con bastantes años más, publico yo hoy e inauguro por mi parte este blog