jueves, 5 de mayo de 2011

El secreto de mal / Roberto Bolaño

28.4.11
Son las cinco de la mañana. He leído este libro a lo largo de muchos meses, lo que no importa porque no tiene argumento. Lo que tiene, y mucho y bueno, es estilo. El estilo es el argumento que crea un mundo Bolañolandia, dónde pasan cosas, a veces interesantes y la mayoría de las veces no.

Ya he comparado a Bolaño con Cela, cosa que nadie dice porque nadie va a reconocer a estas alturas que Cela escribe muy bien y que tenía un gran estilo. Puestas así las cosas, muchos de estos fragmentos de Bolaño podrían ser como La colmena con aeropuertos. Con aeropuertos, pero la colmena es la trama, lo que les pasa a las personas de esta colmena con aeropuertos. Estos personajes suelen ser el propio Bolaño. 

He terminado el libro despues de corregir el artículo de IFLA. Veinte páginas hasta las cuatro. Me gustaría tener el estilo de Cela o de Bolaño y no me parece tan difícil, pero claro sin escribir siempre a contrarreloj.

martes, 3 de mayo de 2011

Artículo sobre los registros de autoridad de la Biblioteca Virtual de Polígrafos en Linked Open Data (1 de mayo de 2011)

‎Francisca Hernandez y yo hemos terminado y enviado la versión inglesa de Data aggregation and dissemination of Authority Records through Linked Open Data (con la ayuda de Andrés Viedma).


El artículo se ha escrito de martes a viernes (aunque se había estado pensando sistemáticamente la semana anterior). Se redactaron 14 páginas esos días y entre el viernes y sábado se terminó la versión española hasta llegar a las 22 páginas. La versión inglesa se comenzó el sábado y se ha terminado esta tarde a las 23:42 y como suele ocurrir es más corta. Es un artículo bastante bueno y, al menos en mi opinión, quizá Francisca Hernández piense lo mismo cuando trabajaba en COVAX o cuando yo preparaba la versión automatizada del CCPB y, luego, de las funcionalidades de ARIADNA (algunas de las cuales todavía están en activo como el fichero de autoridades de la Biblioteca Nacional a pesar de que han transcurrido más de 20 años), he tenido la impresión constante de estar trabajando en el mismo nivel y en la misma frontera en la que se desarrollan los proyectos más avanzados de nivel internacional.

Esta sensación de la que hablo quedó para mí muy clara en el I Seminario Internacional de la Biblioteca de Galicia que montó en Santiago hace un par de semanas Ignacio Cabano.Pero la sensación se ha acentuado porque de las cosas que hablamos en nuestro paper no corresponden a un conocimiento teórico, sino a realidades que está desarrollando e implementando DIGIBIS y que se están plasmando día a día en la Fundación Ignacio Larramendi.

Pienso como pensaba cuando era Jefe de Servicio del Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico e, ipso facto, uno de los creadores del Consortium of European Research Libraries (CERN) y de su HPB... y responsable del diseño funcional de ARIADNA y también, ipso facto, Secretario del Punto Focal de lo que ahora es el ICT-PSP... y viajaba a la The Library of Congress o la OCLC para montar el intercambio de registros entre España y el resto del mundo y... era miembro del Comité Permanente de la Sección de Information Technology de IFLA...

O ahora, colaborando con el Ministerio de Cultura e, ipso facto, en el proyecto HISPANA y las Bibliotecas Virtuales de casi todas las Comunidades Autónomas y la mayoría de las más importantes instituciones de memoria españolas... que lo que decía Enrique Jardiel Poncela: "Un español es capaz de hacer lo que cualquier inglés (pero, consumiendo mucha menos mantequilla) es completamente cierto.

Creo que no hará falta decir que ipso facto significa 'por ello mismo' 'por el hecho mismo' y no 'inmediatamente', aunque todo el mundo suele entender esta locución latina de ésta última manera por un caso claro de deslizamiento semántico.

Resumiendo, y aunque esta afirmación no me vaya a granjear muchos amigos, si en España no tenemos archivos, bibliotecas y museos, completamente a la altura, si no mejores "de los países de nuestro entorno" (como dicen los políticos) no es por razones presupuestarias, sino organizativas y por esa tendencia cultural, que no genética, a no darle un palo al agua. Más aún, las facultades, grados, escuelas, o lo que sean de documentación han dado el beso de la muerte a la profesión, enseñando mal lo que no sirve además para nada y que está a años luz de los problemas archivísticos, biblioteconómicos o museográficos que se debaten en la actualidad. No hace muchos días que una profesora de biblioteconomía, actualmente en ejercicio, me decía tras oirme dar una charla que lo que yo contaba le sonaba a chino. Y mucho me temo que era verdad.

Como decían Marx y Engels (que venían a ser algo así como Menéndez y Pelayo) en el Manifiesto Comunista, la burguesía está cavando su propia fosa y acabará siendo su propia enterradora. Ese es nuestro destino y la verdad es que siento una enorme rabia e impotencia por que las cosas tengan que ser inevitablemente así, cuando podrían ser de otra manera completamente opuesta.

Si antes decía que 'ipso facto' significa por el hecho mismo, 'vale' es el imperativo de 'valer' en latín y signifca 'válete', 'cuídate', y solía ponerse como segunda despedida tras la postdata, omitiendo la firma, como saben todos nuestros documentalistas paleógrafos (esto sí que es un oximorón, es decir, una figura retórica que consiste en reunir dos términos antitéticos como, por ejemplo, "es hielo abrasador" "es fuego helado"). 

Vale. Y Dios nos valga.

lunes, 2 de mayo de 2011

Exposiciones en Santander (22 de abril de 2011)

Entre Procesión y Procesión he tenido la oportunidad de ver un par de exposiciones en Santander (Spain). La primera, excelente, dedicada a Mariano Salvador Maella, puede visitarse en la Sala de Exposiciones de la Fundación Botín. La segunda, Exposición Fondo Local Antiguo, en la Biblioteca Central de Cantabria.
La de Maella, impecable, tiene un breve folletito muy bien ilustrado y que contiene un excelente catálogo razonado del casi centenar de piezas que se exhiben. Se trata de una exposición montada por profesionales, lo que se advierte perfectamente en el montaje de las piezas, en la redacción de los carteles y en la luminosidad. Aunque quienes frecuentan exposiciones ya lo saben, en una de las paredes está escrito una breve leyenda diciendo que para no dañar las piezas se mantiene una luminosidad por debajo de los 50 lux. Un montaje perfectamente profesional.

El fondo local de Cantabria no ha tenido tanta suerte, de hecho la ha tenido, pero muy mala. Todo, el montaje de las piezas, la redacción de las cartelas, la luminosidad, es un auténtico horror. Al menos no se ha preparado un folletito con el catálogo y así, al menos, no quedará para la posteridad y eso lleva ganado (la posteridad). El montaje está hecho como si la intención del montador, evidentemente un aficcionado, tuviera como objetivo dañar los ya muy deteriorados materiales bibliográficos expuestos; unos libros se apoyan en otros, perfectamente combados, las hojas sueltas no están sujetas por ningún passepartout, sino pegadas, y uno prefiere no saber cómo, en un cuadrito con un marco espantoso. Las publicaciones periódicas, o algunas hojas de ellas, cuelgan a pesar de ser formato tabloide verticalmente de las paredes. Uno podría hacerse la ilusión de que se trata de facsímiles, pero mucho me temo que son originales, dada la actitud refractaria a la digitalización que se muestra por mi tierra. Pocos serán los que dentro de unas decenas de años podrán consultar los completamente machacados materiales. Es el montaje de unos aficcionados, con pocas ganas.

Aconsejo al intrépido visitante de la exposición que no lea las cartelas que acompañan a cada pieza. Además de estar espantosamente diseñadas, carecen en la práctica totalidad de los casos de indicaciones bibliográficas precisas. En los pocos casos en que las tienen son erróneas y se trata de errores tremendos entre las figuras de editor, impresor, litógrafo, etc. Por fortuna en la mayoría de los casos, como he dicho, son s.i.t., y eso sale ganando el curioso visitante. Ya digo, ha sido un acierto no redactar un catálogo porque no habría sido razonado. Desde luego, quién ha perpretado las cartelas tiene muy pocas luces.

Pocas luces que, en cambio, le sobran a la sala, cuyo número de luxes debe ser equivalente al estallido de una supernova. Pero por si estas medidas destructivas no fueran pocas, se ha tomado la precaución de no poner ninguna cortina a la ventana que arroja un torrente de luz sobre las cuidadas piezas bibliográficas, que polvo serán, pero polvo desenamorado. Qué poco gusto por la bibliografía, aunque sea local, tienen quienes han amontonado de la peor manera posible estas joyas bibliográficas.

Porque joyas son, a pesar de la modestia de su impresión. La imprenta en Santander empieza ya a finales del siglo XVIII y no ha producido verdaderamente ninguna joya bibliográfica, aunque cuenta, en este caso en la Biblioteca Municipal, con una completísima colección de publicaciones periódicas. La fecha de la publicación del catálogo que las describía en el último lustro del siglo pasado, donde alguien que yo me sé era director, intentó lograr la mejor de las descripciones bibliográficas posibles que perfectamente habrían podido copiarse para esta exposición. El estado de la bibliografía cántabra puede conocerse perfectamente consultando el libro de Juan Delgado Las bibliografías regionales y locales españolas: evolución histórica y situación actual. Madrid, Ollero y Ramos Editores, 2003. A pesar de los años transcurridos no ha avanzado un milímetro el conocimiento publicado sobre la bibliografía cántabra y sigue inédito el esfuerzo mayor que se hizo para elucidarla. Afortunadamente, este esfuerzo muy menor, es inédito por naturaleza y si no fuera por el irreparable daño que se está causando a las piezas expuestas, se habría quedado en una muestra de irrisoria garrulería (Antes de meterse en un bardal consúltese en el diccionario los dos términos que acabo de utilizar).
Si al Aprendiz de bibliógrafo le quedan ganas, lo que no es probable, puede subir a la planta superior donde junto a las estanterías dedicadas a la colección local se exhiben las obras publicadas por la Asociación Cántabra de Escritores. Por cierto que yo fuí socio fundador de la misma, pero dado que por mi apellido habría aparecido el primero de la lista, se ha optado por el expediente, no extraño en Cantabria y menos cuando se refiere a quién firma estas notas, de borrarle de la fotografía como hacía Stalin con los miembros del Politburo, según iban dejando de fumar. La selección es paupérrima, lo que no se explica, dado que desde el 98 el director de la Biblioteca de Menéndez Pelayo firmó un acuerdo para que el depósito legal lo recibiera, como era lo suyo, la Biblioteca Pública del Estado y la aún no nata Biblioteca Regional de Cantabria. Pero esa misma falta de rigor bibliográfico se aprecia en las menguadas estanterías dedicadas al fondo local. Tengo yo en mi casa una colección mucho más completa que esta. Como era de suponer, si bien Concha Espina o Manuel Llano están representados por sus obras completas, no ocurre lo mismo con el ignoto Menéndez Pelayo, incluyendo como es natural su edición en disco. Faltan algunas de las obras fundamentales sobre la bibliografía local, la historia, la bibliografía, la literatura, etc., que, sin embargo, como he tenido ocasión de comprobar en el catálogo automatizado, sí forman parte de los fondos de la biblioteca. Es decir, un desastre, aunque este último y a diferencia de lo que puede verse guiñando los ojos en la sala de exposiciones de la planta baja, no es irreparable. Bastaría con poner al frente del mantenimiento y desarrollo de la colecciónde fondo local a alguien que supiera un poquituco de estas cosas y sintiera aficción por ellas.