lunes, 20 de julio de 2009

Sobre Mendel

La reciente publicación en español del trabajo más importante de Gregor Mendel, Experimentos sobre híbridos en las plantas [Versuche über Pflanzenhybriden], publicado por la editorial KRK en su colección Cuadernos de pensamiento, traducido por Arturo Burkart y un epílogo de Emilia Vázquez Menéndez, lleva una introducción de Andrés Moya en el que abunda sobre todos los tópicos, completamente equivocados, que suelen aparecer siempre que se habla de la obra de Mendel y del triple redescubrimiento que en 1900 llevaron a cabo Hugo de Vries, Carl Correns y Erich von Tschermak. Fue entonces cuando el trabajo de Mendel comenzó a difundirse, se afirma en el libro.

Nada de esto es cierto, la obra de Mendel no se publicó en ningún lugar apartado, sino en una de las revistas más conocidas sobre biología en alemán, Verhandlungen des naturforschenden Vereines in Brünn, Bd. IV für das Jahr 1865, Abhandlungen, 3-47. El alemán era la lengua de la ciencia en el siglo XIX y naturalmente está perfectamente documentado en qué bibliotecas se recibía, entre ellas estaban, por supuesto, las de las universidades de Oxford y Cambridge, en el British Museum e incluso en la biblioteca de la Royal Society, de la que era miembro Charles Darwin, institución a la que asistía con frecuencia. Más aún, Mendel figuraba ya en la Enciclopaedia Britannica, de lo que fácilmente se sigue que sus descubrimientos no eran precisamente nada exotéricos ni desconocidos.

Pero hay más. El propio Charles Darwin poseía en su biblioteca un libro en el que se daba cuenta de los recientes descubrimientos de Mendel. Todo esto echa por tierra, obviamente, la idea de que los trabajos de Mendel eran rarísimos, desconocidos para el público en general y los especialistas en particular, incluido el propio Darwin.

Pocas veces se quiere reconocer que si Darwin publicó el Origen de las especies hace 150 años se debió a que Wallace (cuyas teorías se aproximan mucho más a las teorías de Mendel que las del propio Darwin) escribió una carta al biólogo inglés comunicándole su descubrimiento y éste, temeroso de perder la prioridad en su descubrimiento, dio a publicar rápidamente, tras pactar con Wallace, el Origen de las especies.

Quizá sea esta una de las razones, lo apresurado de su publicación, lo que explica las continuas modificaciones de la teoría que Darwin fue llevando a cabo a lo largo de las diez ediciones que tuvo la obra, y en las últimas de las cuales cada vez se aproximó más al lamarckismo, que justamente pretendía refutar ya en la primera edición.

Por desgracia, no se dispone aún, por asombroso que pueda parecer, de una edición crítica del Origen de las especies. La obra de Ernest Mayr, no es en absoluto una edición crítica, ni desde el punto de vista de la ecdótica, ni mucho menos en el sentido habitual que tiene la palabra crítica, sino todo lo contrario.

Escribo estas líneas desde mi zarzamora, estando en capilla para mi operación de aneurisma de aorta ascendente que tendrá lugar dentro de unas horas. Cuando pueda añadiré algunas precisiones bibliográficas que a mí, como profano en esta materia, no me costará sin embargo mucho encontrar, pero que parece que los especialistas sí, ya que repiten una y otra vez la idea de que la obra de Mendel era desconocida, que no se redescubrió hasta 1900 y que por eso Darwin no pudo disponer de ella.

sábado, 11 de julio de 2009

Fragmenta collecta I : reseña de Un siglo de bibliografía en España : los concursos bibliográficos de la Biblioteca Nacional (1857-1953)

Como me ha gustado mucho recuperar en anteriores entradas algunos textos que, por distintas razones, o bien se habían quedado inéditos, o bien se han publicado en sitios y formas poco o nada accesibles, voy a recuperar aquí algunos escritos que han tenido la misma fortuna.

Muchos de ellos son artículos, reseñas o crónicas que no aparecieron en el Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo el último año en que fuí director del mismo y que correspondía al volumen LXXVIII (2002).

Las razones para que no se publicaran estos textos son tan risibles como las que impidieron o han pospuestos artículos o capítulos semejantes en otros lugares y ocasiones. Lo que hace pasar de la risa al llanto es que las razones por las que un grupo de destacados intelectuales cántabros censuró (no hay otra palabra) todos estos textos al Director del Boletín, Secretario General de la Sociedad y Director de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, quizá sea mejor contarlas en otra ocasión. Por cierto, que aprovecho en este lugar un tanto recóndito de la red para recordar que sigo siendo Director de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, en excedencia, y que la actual dirección, aunque sea de modo provisional, se caracteriza fundamentalmente por incumplir de forma flagrante, no ya la letra, sino el espíritu mismo, la última razón incluso del testamento de Menéndez Pelayo, por el cual don Marcelino donó su biblioteca a la ciudad de Santander, bajo determinadas condiciones.

Como me voy a someter a una cirugía de aneurisma de aorta ascendente el próximo martes dia 21 de julio de 2009, y como me imagino que durante algún tiempo no podré volver a publicar ninguna otra entrada en este blog, incluyo aquí a partir de ahora uno de aquellos textos para proseguir la tarea más adelante.


Un siglo de bibliografía en España : los concursos bibliográficos de la Biblioteca Nacional (1857-1953) / Juan Delgado Casado. - Madrid : Ollero y Ramos Editores, 2001. - 2 v. (976 p.) - ISBN 84-7895-153-9

La lectura del libro objeto de esta reseña proporciona una impresión melancólica al lector, sobre todo si es aficionado a la bibliografía o si considera que esta ciencia auxiliar es imprescindible para cualquier tipo de investigación. En efecto, son tales los avatares sufridos por los bibliógrafos a la hora de realizar sus repertorios, de conseguir verlos publicados o de lograr cierto reconocimiento que sorprende que tantos investigadores de primer orden hayan consagrado sus esfuerzos a una disciplina tan poco considerada y tan escasamente prestigiosa.

El trabajo de Juan Delgado Casado, que en los últimos años viene elaborando repertorios absolutamente imprescindibles, está confeccionado fundamentalmente a partir de una fuente principal que es el Archivo de la Biblioteca Nacional y ha visto la luz gracias a la vocación de un editor tan admirable como Julio Ollero, que está logrando que su catálogo editorial reúna todo un conjunto de títulos del máximo nivel y que resultan ineludibles tanto para el trabajo bibliográfico como para el bibliotecario (como parece evidente), así como propedeúticamente para cualquier investigación.

Conviene decir que el Archivo de la Biblioteca Nacional es extraordinariamente interesante, a pesar de lo cual y quizá por aquello de que en casa del herrero cuchillo de palo, nunca ha habido un archivero para ocuparse de él. En la última década se empezó a catalogar, utilizando una herramienta informática tan poco apropiada como el sistema Knosys y por medio de contrataciones externas de sedicentes documentalistas. Aún así, no faltó alguna dirección técnica que intentó abortar el proyecto y que, en cualquier caso, no le dio vuelos. Fruto de esa mala política es que el manejo de tan importante fuente de información está reservada a una consulta in situ y no parece probable que en los próximos años se pueda acceder a tan importantes contenidos a través de la red.

Para llevar a cabo su trabajo Juan Delgado Casado ha utilizado sistemáticamente, con mucho rigor y minuciosidad, todos los expedientes que sobre los premios bibliográficos de la Biblioteca Nacional se conservan en el Archivo de la Biblioteca, disponiéndolos en dos series distintas, de forma que la consulta sea más eficaz. Por un lado se enumeran de forma cronológica todos las convocatorias con sus correspondientes expedientes, que resultan sumamente distintos, a veces detallados y abundantes y en ocasiones escuetos al límite. En estos casos siempre se señalan los precedentes administrativos y los miembros del jurado, así como las deliberaciones e informes que se llevaron a cabo, previamente al fallo.

La segunda parte ofrece la relación alfabética de todos los bibliógrafos y las diferentes vicisitudes que siguieron sus obras y aquí tenemos lo que podemos llamar un verdadero centón de noticias, un auténtico arsenal de datos. Es impresionante la cantidad de información que sobre la elaboración de los repertorios más importantes de nuestra bibliografía está recogida en esos expedientes y resulta estupenda la capacidad de Juan Delgado Casado para resumirla y sistematizarla (quizá no habría estado de más la muestra de una ficha, de un registro, de cada uno de los repertorios, pues hasta muy avanzado el siglo XX no se pedía la utilización de las Instrucciones para la redacción de los catálogos de las bibliotecas públicas del Estado : aprobadas por Real Orden de 31 de julio de 1902 y parece que tampoco se debieron seguir muy escrupulosamente; sin embargo, creo que hubiera sido muy interesante juzgar por uno mismo la riqueza y el detalle de los asientos).

Naturalmente, y como es sabido, en esa colección de bibliografías están los mejores y más importantes repertorios que han aparecido durante un siglo, sin faltar los de aquellos bibliógrafos que nunca fueron admitidos como Hidalgo -que nunca quiso apearse de su concepción de la bibliografía- o quienes lo negaron como Rodríguez Moñino. Tenemos el caso extraordinario del Gallardo, de tan compleja elaboración, aunque quizá no con toda la información actualizada de que se dispone y que se ha publicado, o detalles que parecen confirmar la tesis, que he expuesto en otra parte, de la relación de Fuertes Acevedo con Menéndez Pelayo (el citado don Trifón Pintado era, naturalmente, el tío de don Marcelino, aunque esta minucia se le escapa a Juan Delgado).

La fuente que utiliza "hasta el sonrojo" Juan Delgado es el Ruíz Cabriada, lo cual viene a poner de manifiesto, una vez más, la extraordinaria importancia de este repertorio y lo útil que sería una reimpresión facsimilar, con un buen juego de índices, aunque el alfabético que ya tiene es magnífico, o una edición digital (o ambas cosas). La otra fuente utilizada profusamente es el Espasa, que con tanta frecuencia proporciona información de personajes de muy tercera fila, aunque no falten, como se sabe, los errores. También el autor se ha valido de toda una red de corresponsales para intentar ahondar en algunos autores de bio-bibliografía oscura y el éxito que ha solido acompañar a sus gestiones pone de manifiesto el prestigio profesional que tan merecidamente goza el doctor Delgado. Quizá alguna investigación adicional en determinados archivos, no sólo el de la Nacional, hubiera proporcionado mayores informaciones o al menos más completas en muchos casos, o en aquellos en los que las fuentes utilizadas no han sido lo bastante reveladores. Puede llamar la atención el que no se haya utilizado la información ordenada por Carlos Ramos Ruiz en su Nuevo catálogo , ya que cita su Catálogo de la documentación referente a los Archivos, Bibliotecas y Museos Arqueológicos que se custodia en el Archivo del Ministerio de Educación Nacional, pues muchos fueron los funcionarios del mismo que bien por vocación o bien como promoción profesional se presentaron a estos premios.

Como en un momento dado Juan Delgado Casado se refiere a Enrique Leguina y a su Diccionario bibliográfico de la provincia de Santander y al hecho de que yo estoy preparando la edición de la misma, pues a pesar de haber resultado ganadora en 1875 sigue inédito. Comentaré que en varias ocasiones he intentado que se publicara en la colección Pronillo que edita el Ayuntamiento de Santander, pero al parecer existe la política en esta y en otras colecciones cántabras de no editar fuentes, expresión que en labios de un historiador no cabe duda de que resulta estremecedora (por eso tuve que crear una). ¿Tardará todavía mucho más en publicarse el Leguina? ¿Todavía mucho más que el Jiménez Catalán, que estaba inédito desde 1918 y que ha aparecido en 1997? Parece que sí, puesto que ya son ciento veinticinco los años transcurridos. Similar calvario padeció el repertorio de Manuel Soto y Freire, La imprenta en Galicia, que en 1868, aunque no obtuvo el premio, fue adquirida por la Biblioteca Nacional, y en 1982 vio por fin la luz gracias a Xosé Ramón Barreiro Fernández, que ha vuelto a repetir su edición, sin apenas cambios en la colección Bibliófila de Galicia (Cfr., BBMP, LXXVI 2000, p. 681) en 1998. Otro caso es el del ya citado Máximo Fuertes Acevedo y su Ensayo de una biblioteca de escritores asturianos, presentado al concurso, sin éxito, y posteriormente publicada en 1885, en parte, bajo el título Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la Literatura en Asturias, seguida de un extensa bibliografía de los escritores asturianos, por no citar más que algunos cuantos casos, y sin olvidar que nada menos que el ya mencionado quinto tomo del Gallardo sigue a la espera de la mano de nieve. En cualquier caso, la obra sistemática, crítica, elegante y erudita de Juan Delgado Casado pondrá sobre la pista a más de un cazador de inéditos, que esperemos que esté a la altura del texto que se pretende rescatar.

XA.

jueves, 2 de julio de 2009

Yo guardo con amor un libro viejo

Publico aquí un artículo que, dicho con toda la vanidad del mundo, tiene un verdadero aire profético

Pero profético del bueno; de profecía cumplida

Es antiguo, pero el
Consello da Cultura Galega lo acaba de publicar, en cederrón y en la web, a través de este vínculo, en formato PDF

Se titula:
Procesos de digitalización y recuperación material bibliográfico en Galicia