domingo, 14 de octubre de 2012

Un baño ideal


Platón: ¿De dónde vienes Heráclito?

Heráclito: Vengo de bañarme en el rio

Platón: ¿En qué rio?

Heráclito:  En el rio Cefiso.

Platón: ¿siempre te bañas en ese rio?

Heráclito: Ya noto tu ironía, Platón. Bien sabes que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río.      

Platón: Heráclito ¿Por qué afirmas eso?

Heráclito: Como bien sabes todo fluye, y en especial las aguas del río. Es decir, que cuando vuelvo a bañarme no es en realidad el mismo rio, sino es un agua distinta porque la que había la vez anterior ya ha fluído.

Platón: Sin embargo, tú al río lo llamas siempre de la misma manera.

Heráclito: Sí, claro Platón, pero es únicamente para entendernos, es una manera de hablar.

Platón: ¿Y no será más bien que lo que ocurre es que hay un río ideal del cual tu solo percibes una imagen cuando te bañas en él, pero ese río ideal al que denominamos Cefiso es siempre el mismo?

Heráclito: Ya veo por dónde vas Platón, pero eso no es más que un juego de palabras. El agua en la que yo me he bañado la semana pasada y en la que me he bañado hoy no era la misma

Platón: No, Heráclito, tú te has bañado en la misma agua o, por mejor decir, en el reflejo, en la imagen de esa agua, pero no me negarás que tú tienes una idea previa de lo que es el agua, porque no dirás que te has bañado en otra cosa.

Heráclito: ¿Qué quieres decir Platón?

Platón: Quiero decir que no te has bañado ni en vino ni en aceite.

Heráclito: Eso sí es cierto Platón, en eso tienes razón, pero estás volviendo al mismo argumento de antes, hablas de un agua ideal, de un vino ideal o de un aceite ideal, pero yo me he bañado, no desde luego, en un vino ideal o en un aceite ideal, sino en un agua muy concreta y específica que, sin embargo, no era la misma agua que la semana pasada

Platón: Pero, reconoces que te has bañado en el agua, no en el vino.

Heráclito: Sí, eso lo reconozco.

Platón: Luego, es cierto que hay una característica del agua que es permanente que es justamente la que nos permite diferenciar al agua del vino o al vino del aceite, esa agua en la que te has bañado sí es la misma que en la que te bañaste la semana pasada.

Heráclito: Sí, ya veo claramente a donde quieres llevarme Platón, pero en el fondo me parece que te estás quedando únicamente en la palabra, no en la materialidad del hecho, porque aunque la palabra que designe al líquido en el que yo me he bañado sea el mismo o aunque el nombre del rio sea conocido por todos y todos lo llamemos igual, es lo cierto que esa agua que corre por ese rio no es la misma agua que corrió la semana pasada.

Platón: No, Heráclito, creo que te confundes, en realidad sí es la misma agua, lo que ocurre es que tú te fías excesivamente de tus propios sentidos y te parece que esa agua es diferente pero es la misma agua. Existe sin duda alguna un objeto ideal al que denominamos agua que nos permite estar siempre seguros de que ese liquido es agua y que no es vino. ¿Acaso tu pagarías diez dracmas por un jarro de agua y sin embargo sí estás dispuesto a hacerlo por un buen vino griego? El agua, el vino o el aceite existen de una forma ideal y lo que varía no es esa forma ideal sino la percepción que tenemos de ella a lo largo del tiempo. De hecho, te voy a explicar una contradicción que yo veo en tu famosa frase, dices que nadie se baña nunca en el mismo rio porque todo fluye, es decir atribuyes al agua una cualidad cambiante con el paso del tiempo. Sin embargo, cuando dices nadie, te estás refiriendo a una persona concreta, a tí mismo en este caso, y estás seguro de que tú no has cambiado de la semana pasada a ésta. Es decir, tú tienes una existencia real que ha variado entre la semana pasada y hoy, quizá hoy tengas alguna cana más, puedas ir vestido con una túnica diferente o te hayas levantado al amanecer o un poco más tarde para ir a bañarte al río. Eso no impide que a pesar de esos cambios aparentes tú sigas siendo siempre el mismo Heráclito, te bañes o no en el mismo rio, discutas o no conmigo sobre temas filosóficos. Incluso te diré más, seguirás siendo Heráclito después de tu muerte, puesto que en el futuro tus teorías, aunque puedan estar equivocadas, serán conocidas. ¿Niegas acaso eso Heráclito? Porque si lo haces estas negando tu propia existencia. 

Heráclito: Tal vez tengas razón Platón, pero solo tal vez. Quizá yo siga siendo Heráclito, pero tú a tu vez no me podrás negar que después de esta conversación tan agradable en tu academia yo he cambiado algo en mi manera de pensar ya que he aceptado en parte tus razones y por lo tanto ya no soy el mismo Heráclito que era antes de hablar contigo

Platón: Eres incorregible Heráclito

Heráclito: Platón, tú sí que no cambias nunca