Platón: ¿De dónde vienes Heráclito?
Heráclito: Vengo de bañarme en el rio
Platón: ¿En qué rio?
Heráclito:
En el rio Cefiso.
Platón:
¿siempre te bañas en ese rio?
Heráclito: Ya noto tu ironía, Platón. Bien
sabes que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río.
Platón: Heráclito ¿Por qué afirmas eso?
Heráclito: Como bien sabes todo fluye, y en
especial las aguas del río. Es decir, que cuando vuelvo a bañarme no es en
realidad el mismo rio, sino es un agua distinta porque la que había la vez
anterior ya ha fluído.
Platón: Sin embargo, tú al río lo llamas siempre de la misma manera.
Heráclito: Sí, claro Platón, pero es
únicamente para entendernos, es una manera de hablar.
Platón: ¿Y no será más bien que lo que
ocurre es que hay un río ideal del cual tu solo percibes una imagen
cuando te bañas en él, pero ese río ideal al que denominamos Cefiso es siempre
el mismo?
Heráclito: Ya veo por dónde vas Platón,
pero eso no es más que un juego de palabras. El agua en la que yo
me he bañado la semana pasada y en la que me he bañado hoy no era la misma
Platón: No, Heráclito, tú te has bañado en
la misma agua o, por mejor decir, en el reflejo, en la imagen de esa agua, pero no
me negarás que tú tienes una idea previa de lo que es el agua, porque no dirás
que te has bañado en otra cosa.
Heráclito: ¿Qué quieres decir Platón?
Platón: Quiero decir que no te has bañado
ni en vino ni en aceite.
Heráclito: Eso sí es cierto Platón, en eso tienes razón, pero estás volviendo al mismo argumento de antes,
hablas de un agua ideal, de un vino ideal o de un aceite ideal, pero yo me he
bañado, no desde luego, en un vino ideal o en un aceite ideal, sino en un agua
muy concreta y específica que, sin embargo, no era la misma agua que la semana
pasada
Platón: Pero, reconoces que te has bañado en
el agua, no en el vino.
Heráclito: Sí, eso lo reconozco.
Platón: Luego, es cierto que hay una característica
del agua que es permanente que es justamente la que nos permite diferenciar al
agua del vino o al vino del aceite, esa agua en la que te has bañado sí es la
misma que en la que te bañaste la semana pasada.
Heráclito: Sí, ya veo claramente a donde
quieres llevarme Platón, pero en el fondo me parece que te estás quedando
únicamente en la palabra, no en la materialidad del hecho, porque aunque la
palabra que designe al líquido en el que yo me he bañado sea el mismo o aunque
el nombre del rio sea conocido por todos y todos lo llamemos igual, es lo
cierto que esa agua que corre por ese rio no es la misma agua que corrió la
semana pasada.
Platón: No, Heráclito, creo que te
confundes, en realidad sí es la misma agua, lo que ocurre es que tú te fías
excesivamente de tus propios sentidos y te parece que esa agua es diferente
pero es la misma agua. Existe sin duda alguna un objeto ideal al que
denominamos agua que nos permite estar siempre seguros de que ese liquido es
agua y que no es vino. ¿Acaso tu pagarías diez dracmas por un jarro de agua y
sin embargo sí estás dispuesto a hacerlo por un buen vino griego? El agua, el
vino o el aceite existen de una forma ideal y lo que varía no es esa forma ideal
sino la percepción que tenemos de ella a lo largo del tiempo. De hecho, te voy
a explicar una contradicción que yo veo en tu famosa frase, dices que nadie se
baña nunca en el mismo rio porque todo fluye, es decir atribuyes al agua una
cualidad cambiante con el paso del tiempo. Sin embargo, cuando dices nadie,
te estás refiriendo a una persona concreta, a tí mismo en este caso, y estás
seguro de que tú no has cambiado de la semana pasada a ésta. Es decir, tú
tienes una existencia real que ha variado entre la semana pasada y hoy,
quizá hoy tengas alguna cana más, puedas ir vestido con una túnica diferente o
te hayas levantado al amanecer o un poco más tarde para ir a bañarte al río. Eso
no impide que a pesar de esos cambios aparentes tú sigas siendo siempre el mismo
Heráclito, te bañes o no en el mismo rio, discutas o no conmigo sobre temas
filosóficos. Incluso te diré más, seguirás siendo Heráclito después
de tu muerte, puesto que en el futuro tus teorías, aunque puedan estar equivocadas,
serán conocidas. ¿Niegas acaso eso Heráclito? Porque si lo haces estas negando
tu propia existencia.
Heráclito: Tal vez tengas razón Platón,
pero solo tal vez. Quizá yo siga siendo Heráclito, pero tú a tu vez no me podrás
negar que después de esta conversación tan agradable en tu academia yo he cambiado
algo en mi manera de pensar ya que he aceptado en parte tus razones y por lo
tanto ya no soy el mismo Heráclito que era antes de hablar contigo
Platón: Eres incorregible Heráclito
Heráclito: Platón, tú sí que no cambias
nunca