
Mi padre era lepidopterólogo. Yo soy bibliotecario. Es inexplicable.
Mi piso de Madrid lo pagué, en 1984, con la herencia de mi padre (junto con la primera depresión, la tesina, los cursos de doctorado, los cursos de alemán y de italiano, los de López Yépez y los de doctorado y los temas de la oposición, claro, todo el 84-85), unas matildes, algunas Damm, y nada más. Pagaba el 17 % de intereses y un año concreto el 21 %. La hipoteca se llevaba mi sueldo de nivel 26 y luego de nivel 28. Durante año y medio fui autónomo con compatibilidad autorizada, aunque ahora no haya manera de reconstruir mi vida laboral. 300.000 al trimestre, seis trimestres; luego se pagaba el IVA y el IRPF se disparaba.
La pensión de viudedad de mi madre era inenarrable; la de mi tía Cari, increíble; mi tía Anita cobró una de orfandad (puesto que era soltera y ama de casa; y luego se dice que no conocemos algunos determinadas situaciones) hasta los noventa y muchos. Yo ayudaba a las tres además a pagar las casas, los impuestos, la comunidad, la luz, el gas y el agua.
Mi madre debió de ser la única republicana que no consiguió pensión (aunque figuraba en los listados que hizo Valle Inclán en la Sección de Publicaciones Oficiales y que grabó Antonio Pérez) como opositora al cuerpo de maestras nacionales en Ávila en julio de 1936, porque perdía la de viudedad. Mi tía Cari, las había sacado el año anterior y luego sacó la de ayudante de bibliotecas. Iba contra la propia ley, pero mi padre siempre tuvo en el Consejo una situación muy rara, un pecado original, ya que venía de la Junta de Ampliación de Estudios; eso se pagaba todavía –aunque se fuera de derechas, no franquista, pero muy monárquico y desde luego liberal, clavadito a mí, vamos- en alguien jubilado en 1978 y muerto en 1984: la pensión de mi madre no era la del Consejo, si no que era de la mutualidad de Químicas o algo así, donde debían de estar los "a extinguir". Por cierto, que mi padre, que era abogado, también había hecho unas oposiciones a un cuerpo de segunda categoría –porque como entomólogo no tenían para comer–, era un TAC (Técnico de la Administración Central del Estado) en excedencia, que luego, gracias a Colodrón, subieron mucho.
Pero mi padre seguía muerto cuando el PSOE arremetió contra los grandes Cuerpos (poco adictos presuntamente, gran error, porque esa gente siempre obedece al poder establecido como la Guardia Civil) y encumbró a los TAC y a los Técnicos Comerciales del Estado.

Y volvió a ser feliz. Seis años.
A mi no me salen las cuentas...
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